Así, a lo tonto, hace ya 15 años que Mark Zuckerberg sacó a la luz su sorprendente “invento” que bautizó con el extraño nombre, para los hispanohablantes, de “Caralibro” (Facebook).

La idea, así en principio, sin entrar en detalles, y a la vista de su uso, podemos catalogarla como de “buena”, o “muy buena”.

Reflexionemos un poco sobre el fenómeno.

Si tuviera que materializar Facebook, le daría forma de club privado. El tuyo. El de cada uno.

Nos lo han cedido gratis el local y no se cobra la entrada. Es un espacio amplio y cómodo, a modo de anfiteatro, y tus amigos y conocidos se reúnen en él. Casi siempre hay gente. Nunca cierra. Unos entran y otros salen.

Cuando accedo desde la calle, me llama la atención que dentro no hay demasiada luz. En la penumbra de los bordes adivino pequeñas mesitas y butacas que intuyo ocupadas por el brillo de las pupilas que me reflejan las luces del escenario del centro. Avanzo hasta el estrado y me siento en las primeras filas. Aquí se oye mejor, sobre todo, puedo ver rostros conocidos que me reciben con un cortés movimiento de cabeza. Casi siempre somos los mismos.

Me aburro, hay demasiado ruido y las cosas que escucho me motivan hoy bastante poco. En cinco minutos me despido. Casi siempre es así.

De repente, Jimena, hace siglos que no viene, aparece desde el fondo y se planta bajo el haz de luz. El público calla. Con su sola presencia y su tono bajo y pausado, su voz armoniosa inunda el auditorio. Nos va relatando con pasión como le ha impactado la última película que ha visto. Sin desvelarnos la trama, da detalles muy interesantes que nos animan a ir a verla. Sabemos que su tiempo es precioso, pero ha tenido la deferencia y generosidad de pensar en nosotros y venir a compartir su hallazgo. Cuando termina, miro a mi alrededor y veo que casi todos los que nos hemos sentado cerca le aplaudimos con agradecimiento. Al terminar la despedimos con cariño. Es muy raro verla por aquí.


Esto me ha animado. He decidido quedarme un rato más. Ahora oigo a Laura. Siempre le encantó comer. Disfruta muchísimo con ello, y nos hace segregar los jugos gástricos con la relación de sitios de “tapas” que ha ido atesorando a lo largo del tiempo, No sólo nos dice las delicias de cada tasca, también los precios de cada ración. Pero por si esto fuese poco, se despide repartiendo la relación y dirección de cada uno de ellos. Nuevos aplausos y palmaditas en la espalda de los seis de delante.

Ahora ya me estaba levantando, pero volví a sentarme cuando reconocí la voz de Antonio por la megafonía. Que gran tipo, bondadoso y ocurrente. Unas veces trascendental y profundo, pero hoy ingenioso y gracioso, nos regala con un episodio desternillante de hace pocos días. Al final lo resuelve con una moraleja inusitada que nos deja a todos pensativos, intentando adivinar la profundidad del iceberg del que sólo nos ha enseñado la punta con una magistral e inesperada puesta en escena. Se marcha agradecido por las efusiones de las primeras butacas. Yo también aprovecho el momento para marcharme acompañándolo por el larguísimo “pasillo de los mudos” hasta la salida. Hoy ha sido un día sorprendente e inusual.

Caminando hacia casa pienso en el “club”. ¿Cuál es su esencia y motivo? Supongo que “compartir”. Que saquemos algún provecho en base a la solidaridad y cooperación de cada uno de los socios. Cada uno dentro de sus posibilidades y conocimientos. Pero debe, o debería haber, reciprocidad. Todos deberían dar algo de forma obligatoria para permanecer, pero también recibir. Así el club sería muy rico y variado.

Claro, siendo así, sería un poco más trabajoso y expuesto. Vamos, que no puedes venir y decir lo primero que se te ocurra sin haber reflexionado algo. Pensar si lo que compartes es algo medianamente útil para una mayoría de tus conocidos.

Sería muy raro venir todos los días, sentarte en las “periferias oscuras”, y jamás opinar, o reaccionar, con nada, ante nada. Ser un “pupila brillante”.

Puede que esto de la “gratuidad” en Facebook sea un problema. O esté empezando a dar muestras de que va a empezar a serlo. Empiezan ya a oírse noticias de la una cierta decadencia. Normal.

Y aquí, Sr. Zuckerberg viene mi reflexión, idea, propuesta. Y lo digo, porque si te gustase, quien sabe, quiero dejar aquí, de forma fehaciente y pública mi autoría. Lo mismo suena la flauta, acierto esta lotería y me dedico viajar constantemente por todo el mundo, y así traer imágenes y experiencias interesantes para compartir con “mis amigos”.

Creo que la clave está en que al “club” le falta un piso más. O tal vez dos, o tres.

Es posible que esta sencilla ampliación acabe, de alguna forma, con la perversión de “la no reciprocidad” y la recompensa. Y que conste, que esta solución no llevaría aparejada el cobro de la entrada.

Tras la remodelación, el local quedaría así:

PLANTA BAJA:

Entrada libre, por supuesto, para todos mis amigos. Habrá butacas cómodas y aire acondicionado. Si es cierto que está poco iluminado, más bien es oscuro. Te enteras de algunas cosas insulsas que no tienen mayor relevancia, normalmente vulgares, manidas. Efemérides, cumpleaños, quien ha venido, y quien falta. Poco más.  Eso sí, se está fresquito y no tienes que hacer nada, ni hablar con nadie. Puedes estar aquí abajo el tiempo que quieras

PRIMERA PLANTA

Subir a este piso tampoco tiiene precio, pero si un compromiso. Tiene más iluminación, ideal la temperatura; está mejor decorado y puedes tomarte un café o un refresco de la máquina que está al fondo. En la entrada hay una recepción, y se supone que has subido para contar o comunicar algo. Te asignan un turno de palabra y, en su debido momento, sales a la palestra y lo expones. Hay un revisor que lo controla, y si se percata que has incumplido la norma, te invita a que vuelvas a la planta inferior. La reincidencia, como es normal, está muy mal vista.

Cuando llevas un tiempo te das cuenta de que lo que aquí se “cuece” es bastante repetitivo porque el personal, normalmente, sube a enseñar lo bien que le queda el modelito que se ha comprado, lo estupendamente que se lo pasó en unas vacaciones, o a repetir el último chiste que le ha llegado y que le ha hecho muchísima gracia. A todas estas cosas se les presta poca atención, pero es mucho más entretenido que el sótano. Cuentas y te cuentan.

SEGUNDA PLANTA

Esto ya es otra cosa, hay menos gente y el espacio es fantástico. Has podido acceder porque en las plantas inferiores has ido aportando hallazgos propios o ajenos que han merecido la atención y el reconocimiento de tus amigos. Tu “nota” te permite estar en esta zona noble todo el tiempo que tu interés, creatividad, ingenio o gusto para compartir con los demás, siga siendo reconocido. Si decaes durante un tiempo, te ves obligado a bajar a plantas inferiores. No suele ocurrir ya que los socios de este piso son muy interesantes y sus descubrimientos siempre alimentan los tuyos en una “sinergia” creciente y enriquecedora. Son espacios para no guardarse nada, para compartir, para testimoniar sinceramente, enriquecer a los demás y enriquecerte tú.

TERCERA PLANTA

Minimalismo selecto, estupendas vistas y catering de lujo. Hoy es la primera vez que subo y me parece muy curioso comprobar que hay bastante gente. Muchas de las caras no me suenan y ahora comprendo por qué. De las cuatro paredes del edificio y la sala salen pasillos que conectan, a esta altura, con los inmuebles colindantes, en una red casi infinita, por la que puedo pasear libremente. Que interesante. Hoy en nuestro club he oído ponencias impagables, pero lo mismo me ha ocurrido en los salones contiguos. Una delicia. Fascinado, ensimismado, he perdido la noción del tiempo hasta que uno de los coordinadores me ha advertido que es la hora de hacer mi aportación…

CONCLUSIÓN

Si Facebook no cambia, un tsunami le pasará por encima y solo quedará su azul corporativo del que viene tintada la ola gigante.

Lo gratis ni funciona ni se entiende en casi nada. Lleva al desánimo, la desidia, la rutina. No hay motivación y eso lleva al desastre.

Para mejorar, evolucionar, y más en un colectivo, es necesario que el esfuerzo, la aportación de cada uno tenga un cierto valor, una recompensa, porque somos humanos, y el altruismo constante ante a la inmovilidad o la atonía generalizada, es desesperante y con el tiempo deja de producirse.

Por el contrario, individuos motivados, recompensados, trabajando en común, retroalimentándose los unos de los otros, pueden hacer cosas extraordinarias que superan con mucho el mero divertimento.

Mark, te paso mi número por privado. 🙂